Un punto azul pálido - Carl Sagan

 El 14 de febrero de 1990, la sonda espacial Voyager 1 tomó una fotografía del planeta tierra. Carl Sagan la tituló Un punto azul pálido. Hizo la siguiente reflexión:



La nave espacial se encontraba muy lejos de casa, a 6 millones de kilómetros de la tierra. El Voyager 1 se encontraba tan por encima del plano de la eclíptica. Para su nave hermana, el Voyager 2, fue programada una trayectoria distinta dentro de dicho plano. El buen funcionamiento de los Voyager sólo estaba garantizado hasta que efectuaran su encuentro con saturno. Se me ocurrió que podía ser una buena idea que, una vez se hubiera producido, echaran un último vistazo en dirección a la Tierra. Yo sabía que desde Saturno la Tierra se vería demasiado pequeña como para que el Voyager pudiera percibir detalles. 

Nuestro planeta aparecería como un mero punto de luz, un pixel solitario apenas distinguible de los otros muchos puntos de luz visibles, planetas cercanos y soles remotos, pero precisamente por la oscuridad de nuestro mundo, puesta así de manifiesto podía valer la pena disponer de esa imagen. Si bien, a casi todos nosotros nos han enseñado que la Tierra es una esfera a la que en cierto modo estamos pegados por la fuerza de gravedad, no empezamos a darnos verdadera cuenta de la realidad de nuestra circunstancia hasta ver la famosa foto de gran cobertura que la nave Apolo tomó de la esfera terrestre, la que obtuvieron los astronautas del Apolo 17 en el último viaje del hombre a la Luna. Me pareció que otra instantánea de la Tierra, esta vez desde una distancia cien mil veces superior podía ser útil en el constante proceso de revelarnos a nosotros mismos nuestra verdadera circunstancia y condición. 


                 



Los científicos y filósofos de la antigüedad clásica habían comprendido correctamente que la Tierra es un mero punto en la inmensidad del cosmos, pero nadie la había visto nunca como tal. Esa era nuestra primera oportunidad y quizá también la última en décadas. De modo que aquí están, un mosaico de cuadros colocados sobre los planetas, y un esbozo de lo que son las estrellas más distantes. No sólo fue posible fotografiar la Tierra, sino también cinco de los nueve planetas conocidos del sol. Desde las distancias los planetas parecen sólo puntos de luz con manchas o sin ellas, incluso a través del telescopio de alta resolución instalado al borde del Voyager. 

Con sólo mirar uno de estos puntos no somos capaces de decir lo que alberga, cuál ha sido su pasado, y si en esta época concreta vive alguien ahí. Como consecuencia del reflejo de la nave hacia la tierra, esta parece envuelta en un haz de luz, como si ese pequeño mundo tuviera un significado especial. Nosotros somos capaces de explicar ese azul pálido que presenta nuestro pequeño mundo porque lo conocemos bien. Desde esa posición tan alejada, puede parecer que la tierra no reviste ningún interés especial, pero para nosotros es distinto.

Echemos otro vistazo a ese puntito, ahí está, es nuestro hogar, somos nosotros, sobre él ha transcurrido y transcurre la vida de todas las personas a las que queremos, la gente que conocemos o de la que hemos oído hablar y, en definitiva, de todo aquel que ha existido. En ella convive nuestra alegría y nuestro sufrimiento, miles de religiones, ideologías y doctrinas económicas; cazadores y forrajeadores, héroes y cobardes, creadores y destructores de civilización, reyes y campesinos, jóvenes parejas de enamorados, madres y padres, esperanzadores infantes, inventores y exploradores, profesores de ética, políticos corruptos, superstars, líderes supremos, santos y pecadores de toda la historia de nuestra especie han vivido ahí, sobre una mota de polvo suspendida en un haz de luz solar. 

La Tierra constituye sólo una pequeña fase en medio de la vasta arena cósmica. Pensemos en los ríos de sangre derramada por tantos generales y emperadores, con el único fin de convertirse, tras alcanzar el triunfo y la gloria, en dueños momentáneos de una fracción del puntito. Pensemos en las interminables crueldades infligidas por los habitantes de un rincón de ese pixel a los moradores de algún otro rincón. En tantos malentendidos, en la avidez por matarse unos a otros en el fervor de sus odios. Nuestros posicionamientos, la importancia que nos auto atribuimos, nuestra errónea creencia de que ocupamos una posición privilegiada en el universo son puestos en tela de juicio por ese pequeño punto de pálida luz. 

Nuestro planeta no es más que una solitaria mota de polvo en la gran envoltura de la oscuridad cósmica, y en nuestra oscuridad, en medio de esa gran inmensidad, no hay ningún indicio de que vaya a llegar ayuda de algún lugar capaz de salvarnos de nosotros mismos. La Tierra es el único mundo hasta hoy conocido que alberga vida, no existe otro lugar donde pueda emigrar nuestra especie, al menos en un futuro próximo. Sí es posible visitar otros mundos, pero no lo es establecernos en ellos. Nos guste o no la tierra es por el momento nuestro único hábitat. Se ha dicho en ocasiones que la astronomía es una experiencia humillante y que imprime carácter. 

Quizá no haya mejor demostración de la locura de la vanidad humana que esa imagen a distancia de nuestro minúsculo mundo. En mi opinión subraya nuestra responsabilidad en cuanto a que debemos tratarnos mejor unos a otros, y preservar y amar nuestro punto azul pálido. El único hogar que conocemos.



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